jueves, 22 de marzo de 2012

La envidia es admiración.

 Recuerdo que en una ocasión a un amigo le manifeste cuanto lo envidiaba, al verlo sentado tras el volante de un hermoso y nuevo auto que el habia adquirido.
Se bajo del automovil. Se puso delante de mí, me miro a los ojos y me pregunto:  ¿Me envidias?
Le dije, por segunda ocasión, que en verdad lo envidiaba por todo lo que tenia. 
El coloco su manos sobre mis hombros y con una amplia sonrisa me dijo: 
Bien, si me envidias es por que admiras lo que yo soy, y aún no me has dicho cuanto me admiras solo porque no quieres admitirlo.
Dicho esto, se volvió, subió al auto y se alejo agitando su mano en señal de adios.
Me quede viendo como se alejaba..., tratando de entender lo que habia dicho.

En el fondo, la envidia es  admiración y halago a los talentos y éxitos del otro, pero que se torna difícil de reconocer. Al no reconocerlo me genera un sentimiento que no me produce nada positivo, me hace padecer rencor y amargura.

La envidia es poderosa  en el corazón de la gente mediocre que no se atreven a ser ellos mismos. Quieren ser lo que otros ya son y tener lo que otros ya tienen sin siquiera  pensar en el esfuerzo que ellos  han puesto en alcanzar sus logros. 

Cuando siento envidia por alguien, lo mejor que he aprendido hacer, y me ha costado mucho esfuerzo, es  admitir mi sentimiento de admiración por  lo que es o lo que tiene y le envío  mis bendiciones. Al hacerlo me siento en paz  con él y conmigo mismo, y en algunas ocasiones he alcanzado cosas que considero mejores que las que me despertaron envidia.

Me he puesto a pensar que el que llegara a envidiarme todo el mundo quizás sea bueno, pero que me admire todo el mundo y me envié sus bendiciones es siempre mucho mejor  y más satisfactorio.
¿Tú que opinas?


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