viernes, 10 de febrero de 2012

UN DIA A LA VEZ

Todos tenemos actividades diarias que requieren  de nuestra atención. Estas actividades de alguna manera son caminos, las rutas que nos llevan al crecimiento y a la satisfacción personal. Tenemos que aprender a vivir nuestra cotidianidad  como un hermoso desafío. Tener claro que cada día debemos de ser un poco mejor que el día anterior. Amar a cada momento a todo ser vivo, a todo lo creado. Que si tropezamos y caemos, aprender a levantarnos, sacudirnos el polvo, levantar la cara para mirar el cielo y seguir adelante. Es  aprender a valorar lo que nos da la vida practicando siempre el agradecimiento. Admirar, amar y bendecir a aquel que tiene lo que a mí me gustaría tener y no dar cabida a la envidia.  Derramar en cada acción  la misma pasión y  el amor con la que se nos  proporciona la vida.  Buscar la oportunidad de extender nuestras manos en busca de otras manos para actuar y ayudarnos mutuamente en el logro de nuestros más grandes sueños. Ser optimistas aún cuando todo parece ir en nuestra contra  y esforzarnos al máximo cada día. Cada día que se vive es un resultado diario en la historia de nuestra vida. Es una lección que si la asimilamos y aprendemos  nos ayuda a crecer y cambiar. Al inicio de cada uno de nuestros días debemos de ser agradecidos y valientes,  porque para empezar grandes pro yectos, se necesita valentía. Y para terminar grandes proyectos se necesita perseverancia. Cada día es un peldaño para triunfar en la vida. Un día es un proyecto dentro del gran proyecto que es la vida misma. En verdad nuestra vida puede ser sensacional y emocionante, si nuestros días son sensacionales y emocionantes.


jueves, 9 de febrero de 2012

Papa Olvida

Era una mañana como cualquier otra. Yo, como siempre, me encontraba de mal humor. Te regañé porque te estabas tardando demasiado en desayunar; te grité porque no parabas de jugar con los cubiertos y te reprendí porque masticabas con la boca abierta. Comenzaste a refunfuñar y entonces derramaste la leche sobre tu ropa. Furioso, te levanté de los cabellos y te empujé violentamente para que fueses a cambiarte de inmediato.

Camino a la escuela no hablaste. Sentado en el asiento del coche llevabas la mirada perdida. Te despediste de mí tímidamente y yo sólo te advertí que no hicieras travesuras.

Por la tarde, cuando regresé a casa después de un día de mucho trabajo, te encontré jugando en el jardín. Llevabas puesto unos pantalones nuevos y estabas sucio y mojado. Frente a tus amiguitos te dije que debías cuidar la ropa y los zapatos, que parecía no interesarte mucho el sacrificio de tus padres para vestirte, te hice entrar a la casa para que te cambiaras de ropa y mientras marchabas delante de mí te indiqué que caminaras erguido. Más tarde continuaste haciendo ruido y corriendo por toda la casa. A la hora de cenar arrojé la servilleta sobre la mesa y me puse de pie furioso porque tú no parabas de jugar. Dije que no soportaba más ese escándalo y subí a mi estudio.

Al poco rato mi ira comenzó a apagarse. Me di cuenta que había exagerado mi postura y tuve el deseo de bajar para darte una caricia. pero no pude. ¿Cómo podía un padre, después de hacer su teatro de indignación, mostrarse tan sumiso y arrepentido? Luego escuché unos golpecitos en la puerta.
"Adelante" - dije, adivinando que eras tú. Abriste muy despacio y te detuviste indeciso en el umbral de la habitación. Me volví con seriedad hacia ti. ¿Ya te vas a dormir? ¿Vienes a despedirte?. No contestaste. Caminaste lentamente, con tus pequeños pasitos y sin que me lo esperara, aceleraste tu andar para echarte en mis brazos cariñosamente. Te abracé y con un nudo en la garganta percibí la ligereza de tu delgado cuerpecito. Tus manitas rodearon fuertemente mi cuello y me diste un beso suave en la mejilla. Sentí que mi alma se quebrantaba.
"Hasta mañana, papito" - me dijiste. Me quedé helado en mi silla.

¿Qué es lo que estaba haciendo? ¿Por qué me desesperaba tan fácilmente? Me había acostumbrado a tratarte como a una persona adulta, a exigirte como si fueses igual a mí y ciertamente no eras igual. Tú tenías una calidad humana de la que yo carecía; eras legítimo, puro, bueno y sobre todo, sabías demostrar amor... ¿Porqué me costaba a mí tanto trabajo? ¿Por qué tenía el hábito de estar siempre enojado? ¿Qué es lo que me estaba ocurriendo? Yo también fui niño. ¿Cuándo fue que comencé a contaminarme? Después de un rato entré a tu habitación y encendí la luz con sigilo. Dormías profundamente. Tu hermoso rostro estaba ruborizado, tu boca entreabierta, tu frente húmeda, tu aspecto indefenso como el de un bebé... Me incliné para rozar con mis labios tus mejillas, respiré tu aroma limpio y dulce. No pude contener la congoja y cerré los ojos.
Una de mis lágrimas cayó en tu piel. No te inmutaste. Me puse de rodillas y te pedí perdón en silencio. Es tan difícil aprende a dominarse, a comprender la pureza de nuestros hijos. Somos los adultos quienes los hacemos temerosos, rencorosos, violentos... Te cubrí cuidadosamente con las cobijas y salí de la habitación.


Los seres humanos quizás como padres no somos perfectos, pero a pesar de los errores que muchas veces se cometen con los hijos, nuestro corazón siempre esta lleno de amor por ellos, y les amamos profundamente. Este hermoso relato es tomado del libro “Como ganar amigos e influir en las personas” de Dale Carnegie.

jueves, 2 de febrero de 2012

RESPONSABILIDAD

Responsabilidad es una palabra compuesta por otras dos:
              Respuesta
                                y 
                                      habilidad.


 Responsabilidad es la habilidad que tenemos de responder  ante las circunstancias que se nos presentan en la vida. Aún cuando es verdad que existen muchas cosas en nuestro alrededor que están claramente fuera de nuestro control, sí  tenemos  control sobre como reaccionamos ante ellas. El control de decisión, acción y reacción es solo nuestra.
 Ser responsable es un acto voluntario de aceptación de que toda decisión y acción, y la reacción que esta ocasione, nace a partir de cada uno de nosotros. Responsabilidad es la aceptación de nuestros errores y  nuestras culpas por las decisiones equivocadas que hemos tomado.
La responsabilidad depende de la voluntad y el coraje, de la honradez, la humildad y el amor.
Responsabilidad significa aceptar y reconocer nuestros errores pasados y  aceptar nuestra responsabilidad por la situación que nos encontramos viviendo en este momento. Por que es muy fácil aceptar como nuestras, las victorias y  recompensas obtenidas por nuestro esfuerzo. Pero cuando vivimos situaciones de derrota, buscamos a algún culpable que cargue con ellas.
Nuestras victorias y recompensas, derrotas y fracasos, equivocaciones y aciertos son solo resultados de nuestra habilidad de respuesta. No se puede lograr un éxito  grande y verdadero, en cualquier aspecto de nuestra vida, si antes no se aprende a aceptar nuestras responsabilidades.