miércoles, 30 de noviembre de 2011

Me hablas en el silencio.


Me hablas en el silencio.
Y me invitas al encuentro conmigo mismo.
¡Que poder tienes para influir en mí?
Yo te escucho y, te obedezco.
Te escucho y me voy introduciendo, poco a poco,
lentamente en mí. En lo más profundo de mi ser.

Mis ojos se cierran a la hermosa luz del día.
Mi cuerpo, todo se estremece. Mi corazón late tan fuerte.
¡Ah!, me invade el temor, el miedo, la angustia.
¡Ah! Todo se torna negro. La oscuridad en mí es completa.

Y ahí en la tenebrosa y total negrura. Aún te escucho.
Me llegan tus palabras. Tú me guías:
 -¡no des un paso atrás, sigue adelante!
-¡Tengo miedo!
- ¡Guíate por mi voz. sigue adelante!, que en la peor oscuridad seré tu guía.
¡Confía en mí, confía!

Y al grito del silencio. Que me impacto el oído
Ahí en mí oscuridad. Se hizo la luz.
Hermosa luz que ilumino mi alma.
Bendita soledad, de un silencio profundo, que guía y que protege.
Bendita oscuridad de luz radiante.
Me mostraste de frente mis virtudes, y vi. cuán poderoso soy.

Convertiste en valor el miedo del cobarde.
Al hombre temeroso, valor y fuerza, tu le diste.
Así del silencio adquirí: fe, amor, sabiduría.
Y esa luz resplandeciente. Tuya.
Me mostró de donde descendía.
Y me vi tal cual soy;
Hijo de Dios, hijo de hombre.
Divino hombre. Hombre Divino.

                                  (Felipe Rmiss)

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