Había una vez un hombre que nunca había visto el mar.
Su sueño era sentir la frescura de la brisa en su rostro, escuchar la voz del mar a través de sus olas y bañar su cuerpo en el agua del mar.
Una noche cerró los ojos y le pidió a su Dios que le hiciera su sueño realidad. Una voz le contestó. "¿Quieres conocer el mar? Bien, yo te guiaré hasta allá, pero presta atención al camino, pues en él encontraras valiosas lecciones."
Al siguiente día el hombre emprendió su viaje. Caminó por muchos días, pasando por los lugares más hermosos jamás vistos, pero él no se detenía, estaba empeñado en cumplir su sueño de llegar al mar.
Después de muchos días, el hombre estaba cansado por el viaje ininterrumpido, y cuando sentía que ya no podía dar ni un solo pasó más, sintió el viento fresco proveniente del mar. Sacó fuerzas de donde pudo y corrió hasta llegar a la orilla.
El hombre estaba feliz, por fin había logrado llegar al lugar que siempre había soñado. Entró al mar e inmediatamente las olas lo jalaron a la profundidad. Trato de nadar, pero estaba tan débil que no pudo luchar contra el poder del mar. El hombre murió.
Una vez en el cielo, el hombre le reclamó a Dios "Dijiste que me ibas a guiar. ¿Porque dejaste que me ahogara en el mar?", a lo cual Dios le contestó "¿recuerdas que te dije que prestaras atención al camino?
Te guié a través de los más hermosos lugares de la naturaleza, lugares donde pudiste haber descansado del largo viaje.
Te llevé cerca de ríos y de hermosos lagos con aguas tranquilas en los cuales pudiste haber aprendido a nadar.
Pero estabas tan cegado por tu objetivo, por tu deseo de llegar al mar, que olvidaste disfrutar y de prestarle atención al camino.
Olvidaste que el camino sirve para aprender."
(Escrito por German de la Cruz Carrizales )
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